Oscar Pistorius tardó muy poco en ganarse al público del Global Sports Forum, que hubiera tenido suficiente con algunas de las imágenes que se proyectaron en la sala, como aquellas en las que se le veía compitiendo en los Mundiales de Daegu del pasado verano: un chico con sus piernas amputadas corriendo por la calle ocho contra rivales sin ninguna discapacidad física. Pero Pistorius derrochó simpatía y sencillez desde que se subió al estrado: “Cuando nací tuve un déficit óseo y mis padres tuvieron que decidir tomar la drástica decisión de amputarme las piernas. De
pequeños, mi madre nos despertaba y nos decía a mí y a mi hermano: 'Tú, ponte los pantalones, Oscar, ponte las piernas”, contaba. “Pero tengo muchas ventajas. No me sudan los pies”, añadió con una sonrisa.
El objetivo, ahora, de este ambicioso velocista de 25 años es clasificarse para los Juegos de Londres de este verano y no limitarse a brillar solo en los Paralímpicos. “Queda muy poco, eso significa mucho entrenamiento y muy poco para todo lo demás”. Nacido en Johannesburgo (Sudáfrica), empezó a correr porque sus padres nunca quisieron llevarle a un colegio diferente al de sus hermanos, así que también practicaba deporte después de las clases, como ellos; se hizo daño en la rodilla jugando a rugby y poco después empezó a correr para recuperarse. “Ocho meses después me convertí en campeón paralímpico de 200 metros”, rememora.
“Es una prótesis deportiva hecha de fibra de carbono; por debajo se le han añadido los tacos para tener buen agarre. Es muy ligera. No es estética, pero es muy eficiente desde punto vista energético, tiene gran durabilidad y me da mucha confianza. La llevo utilizando desde 2004”, explicaba mientras la protagonista involuntaria de la charla pasaba de mano en mano y era inspeccionada por los asistentes. “Devolvédmela, que no tengo otra y esta tarde tengo que entrenar”, avisa. Y recuerda que llevaba siete años corriendo cuando le impidieron usar la prótesis por creer que le aprotaba unos beneficios que otros no tenían: “Sentí que me habían quitado algo, como si yo no mereciera correr”.
Sebastian Coe
