Por Nadia Polanco
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Una amiga corredora siempre decía que el sol tenia el inmenso poder de hacerme desvanecer mientras yo corría, que inmediatamente el sol aparecía yo desaparecía.
Es cierto, a pesar de que tengo una discapacidad visual, me fascina levantarme antes que cualquiera, correr bajo el cielo oscuro, me fascinan las estrellas, el aire es diferente, incluso la gente parece más amable, más agradecida.
Parece ser que todos estamos en ese maravilloso paréntesis de tiempo en que ya no es ayer, pero tampoco ha comenzado el "hoy".
Ese es el instante en que nuestra actitud diseñará cómo vamos a recibir el día. Todo depende qué elegimos ser y de cómo tratamos a los demás, reconociendo que cada acción es una siembra que inexorablemente tendremos que cosechar.
Hace dos años atrás en esas resoluciones de fin de año que hacemos elegí comenzar mis madrugadas en actitud de gratitud y de contemplación.
La gratitud de poder estar en el momento no importa cómo lleguen, los malos momentos me harán pensar, tomar decisiones y me fortalecerán. Los buenos momentos son el resultado de cómo enfrenté los primeros.
Por la salud de enfrentar los kilómetros, por los amigos con los que compartimos el camino, por esa persona que vemos a diario y que no sabemos el nombre, por esa persona que siempre se queja o critica porque me hace valorar más a la gente alegre, positiva y luchadora.
Y por la maravilla de poder ver cada día con el asombro de la primera vez cada parte de mi recorrido.