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Por: Carlos Javier Salinas
Fisioterapeuta

Pensé en escribir sobre las lesiones más frecuentes entre las mujeres que practican el running, pero me di cuenta de que hablar de lesiones es hablar de dolor y sufrimiento, así que pensándolo mejor prefiero escribir sobre cosas positivas que enaltezcan la grandeza de quien ha inspirado a tantos con su ejemplo de amor y gallardía, una combinación que si un hombre la posee es única y exclusivamente porque hubo una mujer que se la dejó en herencia.

Tú que eres esposa y madre, o soltera sin hijos, que tienes a cargo el cuidado de tus padres; que muchas veces tienes alguna de las anteriores combinadas y además de eso trabajas tanto en el área laboral como en las tareas del hogar. Y luego estás tú, la corredora, que combinas todas tus actividades y que las haces con amor. Que se sacrificas tanto por los que te rodean y que tienes mucho que enseñarle a tus pares que no son deportistas.

El mayor acto de amor propio lo demuestras cuando te dedicas tiempo a ti misma, que solo te pertenece a ti sin que haya esposo, hijos, padres o jefes que se interpongan en ese camino. El asfalto ilumina tu cara al demostrar que haces algo por ti y para ti porque esa hora en la que sales a correr no te la quita nadie, la defiendes como lo harías con tus hijos. Esa hora en la que drenas tus frustraciones o te regocijas en tus bendiciones es únicamente tuya. Es un ejercicio de egoísmo necesario para que tu vida tenga el complemento perfecto.

No dejo de asombrarme ante semejante demostración de compromiso, sacrificio, tenacidad y valentía. He sido testigo de luchas incansables contra el miedo, el tiempo, las lesiones, los prejuicios, el clima, los kilómetros y a veces hasta la familia. A cada adversidad que te sale le respondes con irreverencia y cada lágrima que brota de tus ojos termina en un puño apretado. Al fin y al cabo Mahatma Gandhi tenía razón cuando dijo: “Llamar a las mujeres el sexo débil es una calumnia; es la injusticia del hombre hacia la mujer”

Tus enseñanzas están al alcance de pocos. Un grupo cuya mente no es nublada por prejuicios, violencia ni machismo. Me considero en ese grupo y por lo tanto un privilegiado.

La tarea no es fácil, pero haré mi mejor esfuerzo para honrar todo aquello que tu, mujer, me has enseñado. Somos nosotros lo que debemos aprender a estar a tu altura.

Gracias por tanto!

Foto: Bob López

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