Síguenos en nuestras redes sociales

Por: Nadia Polanco
njpolancoe@gmail.com

Cuando comencé a correr no sabía sobre pasos, cadencias, entrenamientos, fartlek,  tempos, sólo se trataba de salir a correr.

La primera vez que lo intenté corrí de un poste de luz a otro y caminé de un poste a otro por 5 kilómetros,  me mantuve haciéndolo así por una semana. Me di cuenta que no me gustaba caminar, me aburría a muerte, así que poco poco fui aumentando la distancia que corría y disminuyendo las pequeñas caminatas.  No corría ni caminaba rápido,  recuerdo que en ambas, caminantes me pasaban por el lado con un paso constante y acelerado y me iban dejando atrás no importa si ya había empezado a "Correr". 

Me era difícil respirar, un dolor en el costado boicoteaba mis momentitos corriendo, mucho tiempo después me enteraría que ese dolor se llama "golpe de caballo", que es frecuente en corredores principiantes y que aunque se atribuye a muchas causas como la mala respiración,  aún no se tiene una causa cierta comprobada. Con el tiempo aparecía cada vez menos, hasta que un día sin darme cuenta lo dejé de sentir.

Cada día que salí a correr mi respiración se hizo más fácil,  se puede decir que personalicé una forma de respirar que me ayudaba a avanzar.

Sin darme cuenta, ya no caminaba, corría,  había encontrado un gran amor,  de esos que sales a buscar sin importar el clima, el tiempo. Al terminar de correr esperaba ansiosa que llegara el otro día para volver a encontrarme con esas sensaciones de libertad, gozo, con sentirme niña, libre de las inhibiciones auto-impuestas y esos códigos de programación social sobre la edad, el sexo, el físico y cualquier otra que limite.

Descubrí nuevos kilómetros,  y con ese descubrimiento fui dándome cuenta que todas las distancias eran exactamente iguales a ese inicio de ir de un poste de luz a otro, que sólo se trataba de correr hacia mi límite momentáneo y cruzarlo, y que cada distancia que corriera sólo dependería de mi y de lo que hiciera para poder recorrerlas. 

El viaje continúa,  el primer amor sigue siendo el mismo, sigo descubriendo nuevas distancias, y me encanta el hecho de cada vez que salgo a correr me doy cuenta que sé nada y que continúo aprendiendo y explorando.

Ojalá siempre el salir a correr me deleite con maravillosas sorpresas inesperadas que me mantienen con los pies sobre el suelo, con el único deseo de mañana poder salir a encontrar esas sensaciones que me llevan a sentir la dura realidad del día menos pensando no poder recorrer distancias que ya he hecho  manteniéndome así humilde o de encontrarme corriendo más allá y más rápido aceptando la grandeza que correr pone en cada corredor.  

Comparte esta publicación:



Buscar